
Hoy se cumplen diez años desde que salimos a las calles por primera vez, gritando juntas: Ni Una Menos. Diez años de organización, de pañuelos levantados, de abrazos entre compañeras, de memoria y de fuerza colectiva.
Hace una década, el femicidio de Chiara Páez encendió la bronca y la esperanza de un movimiento que no se detuvo más. Desde entonces, cada 3 de junio volvemos a decir que no queremos ni una menos. Que nuestras vidas importan. Que la violencia machista no es un hecho aislado, sino el resultado de un sistema patriarcal que nos quiere sometidas y calladas.
Hoy, diez años después, sabemos que seguimos en deuda. Que las violencias persisten. Que los femicidios, travesticidios y transfemicidios siguen arrebatando vidas y sueños. Pero también sabemos que somos más fuertes. Que el feminismo, en estos diez años, creció en cada rincón del país. Que aprendimos a tejer redes de cuidado, a acompañarnos y a resistir.
Exigimos que el Estado cumpla con su responsabilidad: políticas públicas reales, presupuestos con perspectiva de género, justicia y reparación para cada víctima y para cada familia. Queremos educación sexual integral, queremos que se respeten nuestras decisiones y queremos que el miedo deje de ser parte de nuestra vida cotidiana.
El feminismo nos enseña que la vida digna no puede esperar. Que la justicia no puede esperar. Que la transformación de las estructuras que nos oprimen no puede esperar.
Hoy, en este aniversario de diez años, reafirmamos que Ni Una Menos es mucho más que una consigna: es un horizonte feminista que no se rinde. Es el grito colectivo de las que estamos, de las que nos faltan y de las que vendrán.
Por cada vida que no nos dejaron vivir. Por cada sueño que merecemos habitar. Hoy y siempre: Ni Una Menos.

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